viernes, 18 de noviembre de 2011

ESPAÑA DUERME LA SIESTA MIENTRAS CAEN CHUZOS DE PUNTA

Un artículo de Paqui Castillo Martín


Sobre mi persona recaigan exclusivamente las responsabilidades judiciales que derivarse puedan de la publicación de este artículo


Aquel cálido y largo verano de 2006, Marbella se convirtió en el punto de mira de un país perplejo que apenas volvía de echar la  siesta cuando el ex edil de la localidad entraba en prisión acusado de diversos delitos de cohecho y malversación de caudales públicos.
No obstante, Muñoz fue sólo uno de los más de noventa imputados que, durante el tiempo que duró la Operación Malaya, desfilaron ante el impasible juez Miguel Ángel Torres.
Cuando Muñoz fue detenido, Malaya ya iba por su tercera fase, pero en el preciso momento en que el ex regidor pisaba la cárcel de Alhaurín de la Torre, España entera despertó bruscamente a una realidad mediatizada por la telebasura que alcanzaba tintes de tragedia.
 Desde entonces no ha pasado día en que la corrupción inmobiliaria, el fraude al fisco y el cobro de dinero bajo cuerda no hayan puesto en entredicho la supuesta honradez del estamento político.
Félix de Azúa ha inventado un nombre para un fenómeno si no nuevo, si más conocido ya por el español medio como parte  inmanente de su bagaje democrático: cleptocracia. Me parece un término dolorosamente adecuado para una sociedad que, en los tiempos que corren, se queda dormida mientras los guardianes de lo público se llevan a Suiza la alcancía con los ahorros de los sufridos contribuyentes.
Casi cada provincia del solar hispano tiene más de un municipio con las caras del concejo en el álbum de fotos de la Policía Nacional. Un vergonzoso recuerdo para la posteridad que me hace pensar en nuestra historia reciente, cuando el amiguismo caciquil funcionaba a las mil maravillas bajo la sacrosanta cobija de aquel Régimen de funesta memoria. Intentando huir de aquellos barros, hemos caído en estos lodos…
Hemos tenido tiempo suficiente para ir madurando el ideal democrático del cuerpo político pero, al parecer, algo ha fallado. Ese cuerpo necesita un chequeo urgente, una exploración profunda, porque está enfermo, no de una nadería cualquiera, sino del colosal raquitismo que no le ha dejado en pie, tras décadas de sistemática succión de sus sistemas linfáticos, ni la médula de los huesos.
Pobre democracia joven, cuyas tímidas raíces han fructificado en un país ladino y viejo. Las antiguas costumbres se han injertado fácilmente en el delicado tallo, como un cáncer tuberoso. Creo que el mal ya no tiene remedio. Ojalá me equivoque.
Porque mientras pienso en si tengo o no tengo razón, nuestros dirigentes, ya sean del equipo azul, ya sean del equipo rojo, montan el numerito sacándose unos a otros los colores. En lugar de responsabilizarse de la situación y de enfrentarla con vergüenza torera, unos y otros han iniciado un juego de tenis al que los pobres ciudadanos asistimos sin comprender si el lance ha sido set o falta. Cada nuevo escándalo urbanístico es motivo de persecución de un partido hacia otro y viceversa. Si ya es un oprobio que esta caza tenga como objetivo echar delitos tan graves en la cara del adversario, más lo es que no se institucionalicen medidas para frenar a los artistas del escamoteo.
La crisis. Parecía tan lejana… era cosa de unos cuantos bancos que no tenían las cuentas muy claras. Decían que venía de América, y como una potente gripe trasatlántica al final nos acabamos contagiando de ella. Me entra la risa floja cuando los políticos de uno u otro signo hacen llamamientos a la calma. Lo que nuestros gobernantes quisieran es administrarnos una buena dosis de Prozac con la que amodorrarnos frente al televisor de nuestros pisos hipotecados, mientras tras los cristales caen chuzos de punta. Muy al contrario, es tiempo de salir a la calle a manifestar nuestro desconcierto, nuestro desconsuelo, nuestra desesperación, porque la fiebre, para nuestra desgracia, nos sigue subiendo. Echemos mano de hemeroteca, hagamos memoria histórica, ahora que está de moda, y recordemos aquel nefasto Crack del 29: un primer golpe de tos que nos advirtió que el capitalismo financiero había tocado techo. Aún así, con él seguimos, revistiendo sus injusticias mundiales con políticas de protección social típicas de un welfare state derrochón, despreocupado y  más insolidario cada día. No hay derecho.
Acabo mi diatriba donde la comencé, en el antiguo reino feudal de Muñoz y Compañía. Tiene nuestro Sur un parecido sospechoso con la costa siciliana, y no sólo por los bellos paisajes agrestes de campo mediterráneo, de olivar y viñedo que hace unos miles de años nos trajimos de Roma. Marbella es el destino favorito de las mafias internacionales para invertir en lujo el deplorable objeto de sus tráficos. ¿Copiaremos también de Italia su modelo de justicia, que como apunta Félix de Azúa es uno de los más inseguros de nuestro entorno? Bien parece que la actuación policial, con su rosario de detenciones y operaciones con nombres altisonantes es sólo la minúscula punta de un sombrío iceberg cuyos hielos se ramifican por todas las aguas del planeta en contacto con tierra firme. España es el paraíso del clandestino que trafica con armas y con almas mientras pasea impunemente por Puerto Banús –pequeña Panormo– a lomos de un Ferrari Testarrosa ultima edizione.
Mientras me gano un pasaporte al infierno con estas denuncias, España, indolente, duerme la siesta. Es evidente que no me he tomado aún la dosis de Prozac ministerial que para mi edad y peso me recomendó el gobierno, y por eso todavía me queda lucidez suficiente para apagar el televisor y ponerme a escribir lo que ustedes están leyendo. Espero que no les haya hecho pensar demasiado: provoca arrugas, náuseas y alguna que otra úlcera de duodeno, lo tengo comprobado. Si notan alguno de estos síntomas, vuelvan a su sofá con el arrullo del televisor de fondo de pantalla protector de estómagos. Y, por favor, sigan durmiendo.

martes, 15 de noviembre de 2011

CONCENTRACIÓN POR EL AGUA PÚBLICA

Nos ha llegado esta información, procedente de la Asociación de Vecinos del Sur del Torcal. Estaremos con ellos el viernes para sumarnos a la lucha.

CONCENTRACIÓN POR EL AGUA PÚBLICA
EN MÁLAGA EL VIERNES DIA 18 DE NOVIEMBRE A LAS 12.00 HORAS EN LA PLAZA DE LA CONSTITUCIÒN MÁLAGA
Ante la situación en que se encuentra el tema del agua en nuestra comarca, La Comisión de Vecinos al Sur del Torcal, tenemos que decir que al igual que el agua nos da la vida, también la lucha por el agua es la que nos ha dado la vida a la zona y nos ha permitido unirnos para otros temas.

La lucha por el agua comienza hace unos 30 años (aquí nace la Burra Margarita), cuando había pueblos con 1 hora de agua al día, cuando los campos no tenían ni eso y había que seguir yendo a la fuente y esta situación empieza a unirnos en torno a su lucha, así nos juntamos vecinos de Almogía, Casabermeja, Villanueva, La Higuera, La Joya, El Cerro, Arroyo Coche, Barranco Del Sol, etc y dio lugar a un movimiento de 10 u 11 años que consigue que se ponga en funcionamiento en el verano del 92, aunque sabíamos que la obra se hizo una obra “mala”.

Una vez puesta en funcionamiento su gestión pasa a los ayuntamientos que a su vez crean una empresa pública llamada Agua de los Verdiales.

Estos ayuntamientos se la venden durante 20 años a otra empresa privada ACUAGEST, que la gestiona para sacar el máximo provecho y dinero, como buena empresa privada que es.
Viendo que nos llevaba a la ruina nos tuvimos que movilizar otra vez los vecinos para que el agua volviera a ser pública y se gestionara bien. Para ello se le tuvo que pagar a Acuagest más de 110 millones de pesetas de aquel tiempo.

Una vez que el agua y su deuda pasan a los Ayuntamientos es cuando vemos otra vez muy mala gestión, abandono de la red, pérdida de casi el 50% entre los que no tienen contador, los mismos Ayuntamientos que no pagan, la que se pierde y la deuda sigue aumentando ( unos 3 millones de Euros), hasta llegar hasta nuestros días que el agua está en los JUZGADOS por no pagar ni la luz, ni las averías, ni los proveedores, ni al personal que trabaja en ella. En fin UN DESASTRE. Este es el resumen de la historia de la lucha por el agua.

Es por que en estos momentos tenemos que movilizarnos para conseguir por lo menos cuatro cosas:
- Que la deuda no la paguen los vecinos ( ellos quieren que la paguemos encareciendo el recibo ).
- Que no se tire más agua ( mejorando la red ).
- Que siga siendo pública y bien gestionada y
- Que los responsables de esta situación ( ruina, abandono, utilización política del agua, etc ), no se vayan de rositas y carguen con toda responsabilidad.

COMISIÓN DE VECINOS AL SUR DEL TORCAL

HE TENIDO UN SUEÑO

Por Paqui Castillo Martín

(la responsabilidad judicial por las opiniones aquí vertidas recaigan sobre mi persona exlusivamente)


He tenido un sueño. He soñado que paseaba por un pueblo limpio, tranquilo y seguro. Donde las calles lucían y en los parques los niños jugaban, sonrientes y felices. He soñado con flores en los balcones, con macetas en los arriates, con fachadas blancas que herían la vista.  Un río de aguas cristalinas bajaba sierra abajo, tan puro que hasta el cielo sentía envidia. He soñado que todos los hombres y todas las mujeres se afanaban laboriosos en el campo, y que había cooperativas en las que se transformaban los productos agrícolas. He soñado con sinagogas y mezquitas, con zocos y barrios judíos,  y con gentes de distintos credos y lenguas habitando en armonía. Miles de turistas, curiosos, no perdían oportunidad de fotografiar a tan felices habitantes de tan feliz predio. Allá arriba, en el cielo, las velas de los parapentes surcaban los aires. Un albergue hospitalario  abría sus puertas a los pernoctadores; un libro de visitas dejaba la impronta de la firma de un viajero solitario. He soñado con las ruinas de Nescania, y que bajo ellas estaba enterrada la semilla de un orgullo capaz de hacer a sus descendientes libres. He soñado que había paz y esperanza, ilusión y dicha. Nunca una palabra se alzaba más que otra, ni nunca un vecino faltaba el respeto a otro en las asambleas públicas. Se escuchaban con gran interés las ideas de los demás y, aunque no se compartieran, se celebraba que los ciudadanos ejercieran el derecho a la palabra. He soñado que no existían corruptelas ni componendas, ni promesas electorales, ni mentiras, ni parches, ni favores, ni amiguismo, ni paños calientes, porque no había políticos. El pueblo había decidido que todos, grandes y chicos, participarían en los asuntos del vecindario, utilizando para ello su tiempo libre y sus recursos. He soñado y en la conciencia de que soñaba, soñé que quienes habían sido enemigos se daban la mano, y se abrazaban. Reinaba el alborozo: era un día de fiesta señalado, la Feria quizás, quizás Semana Santa, cualquier día del año probablemente, porque siempre había motivo para celebrar el estar vivo y el convivir bajo el mismo sol. Me miré al espejo y con sorpresa comprobé que de nuevo era una niña, que corría por la plaza y llegaba sin aliento al sillón de barbero donde mi padre me esperaba con los brazos abiertos, y sonreía. “Convierte en realidad tu sueño”, me dijo, antes de deshacerse su cuerpo como el humo entre mis manos.
Desperté, por desgracia, en este aquí, y en este ahora, amigos míos.

SÍSTOLE Y DIÁSTOLE (O EL REGRESO DEL FANTASMA DE MARIANO JOSÉ DE LARRA A UNA ESPAÑA CADAVÉRICA)

(la responsabilidad judicial por las opiniones aquí vertidas recaigan sobre mi persona exlusivamente)

Por Paqui Castillo Martín

Aquella fría mañana de febrero tomé una decisión trascendente. La noche anterior no había dormido. Pasé la tarde en un café, con la cabeza entre las manos, mientras la calle y sus gentes giraban en torno mío con la densidad de un demencial aquelarre. Sombras deformadas, labios murmuradores y esquinas vacías, gatos viejos, gritos desabridos y espejos turbios hacían trizas mis sentidos, pulverizando mi angustia y convirtiendo mis miedos en cenizas. Ya no me importaba mi ser, de tanto que dolía. Ya nada me importaba mi patria, de lo mucho que me ardía en la sangre la fiebre de la enfermedad de sus entrañas. Tras el insomnio, la madrugada, con su cantinela de centinela ebrio y, con ella, esa decisión calibrada y cerebral que habría de convertir mi vida en pequeños fragmentos de memoria rota.
Estaba cansado de predicar en el desierto. Parecía como si mi voz no encontrara eco, perdida entre los ruinosos pilares de una nación descreída y laxa, que se tumbaba a tomar el sol a las orillas del pestilente charco de fango en que reposaban los restos del naufragio de su marchita gloria. Yo le había entregado la inquebrantable fe de mi espíritu, el infatigable ejercicio de una conciencia lúcida. Había malgastado mi juventud primera buscando la quimera de su grandeza fabulosa y ella, la ingrata, la altanera, me había tratado con el desdén oprobioso de la mujer fatal cuyo beso complaciera y matara al mismo tiempo. Ah España, ramera hipócrita, me traicionaste al traicionarte. Al faltar a tu esencia, me fallaste, y como un niño desengañado dejé de quererte al contemplar tu verdadero rostro en sombras. Llorando, clamé por ti, y eras ida…
La mañana  despertó desapacible. Madrid era una cuna de roca mecida salvajemente por el viento ultramontano. Nunca había pasado una velada insomne en soledad, y sentía extrañado un vacío en el pecho que era la premonición funesta de mi último día sobre la tierra. Encima de la mesa del gabinete dejé junto al papel secante, como una esquela, mi último artículo. Forcé  las pesadas ventanas, cuyas gargantas metálicas al abrirse dejaron escapar un gemido sordo de goznes y tuercas, e imaginé a mi alma  libre volando gozosa sobre los tejados de un Madrid que resplandecía y se difuminaba en el espesor de una lágrima. Ese fue mi último pensamiento.
Pero hoy estoy de vuelta. La tumba es un lugar demasiado estrecho para quien concibió tan vastos sueños de futuro para los vástagos de la ínclita España. Mi fantasma ha recorrido calles y plazas, se ha enseñoreado por campos y playas, ha planeado sobre extensiones de lagos, praderas y pinares, ha caminado oculto entre los transeúntes y los vehículos a motor y a veces, por curiosidad, se ha escondido en el corazón de los hombres el breve tiempo que transcurre entre sístole y diástole para comprobar si queda algo en ellos de lo que hacía latir el mío…
Este recorrido sentimental me ha servido para comprobar cuánto ha cambiado mi patria en sus formas externas, pero cuán poco ha dejado en el fondo de ser ella misma. Tras estos dos siglos de exilio corpóreo y destierro anímico,  he visto cómo el país se ha urbanizado masivamente y ha crecido en exceso a costa de sus antiguas masas boscosas y sus ahora contaminados piélagos de aguas mansas. Hoy las ciudades son colmenas inmensas donde nadie parece conocerse a sí mismo, y aún mucho menos a sus congéneres. Las esforzadas obreras que habitan el panal urbanita trabajan a destajo sin saber muy bien con qué fines, y gozan del descanso estipulado por las leyes dentro de enormes recintos donde se come mal y rápido. A mi fantasma le duele que los niños, estos reputados reyezuelos del hogar moderno, estén rodeados de tanto invento eléctrico creador de universos virtuales, mientras el planeta, que debía ser la herencia patrimonial que recibieran de sus mayores, exuda el veneno viscoso de sus fábricas y de sus plantas de tratamiento a costa de sus cada vez más estrechas franjas de verdor. Mi Madrid ya no es el que recordaba: sus altos edificios no dejan ver las estrellas. La costa, antes prístino refugio de mi inspiración poética, es hoy un hervidero de construcciones de dudosa ilegalidad que no dejan ver los acantilados donde mi pensamiento jugaba a esparcirse entre redondeles de espuma. El norte, antes preciosa joya de fulgor esmeralda, luce sus ocres apagados por el hollín de las antiestéticas chimeneas de sus altos hornos. Por cuanto mi espíritu ha visto, esta lamentable dejadez se debe a una lacra con la que mi época también tuvo que convivir y que, al parecer, hoy se ha convertido en una verdadera pandemia. Hace doscientos años grité contra los responsables de este marasmo con todas las fuerzas de mis pulmones. Denuncié sus prácticas fraudulentas con todo el ímpetu de los moldes de la letra de imprenta. Les señalé con el dedo y dije, fulminante: “¡Ellos son!”. Pero la sociedad hizo caso omiso de mis diatribas, y aquí continúan, o mejor dicho, aquí continúan los hijos de los hijos de sus hijos. La genética les ha hecho portadores de la avaricia y la debilidad moral de sus ancestros. Ejercen sus cargos cual derecho de pernada en sillones que formalmente les otorgó una elección democrática, y desprecian la lección del pueblo soberano que les votó en las urnas. Sólo se representan a sí mismos. Son corruptos, malvados y revanchistas. Se guían por el instinto del odio. He contemplado a cientos de ellos recibir suculentas comisiones para recalificar terrenos vírgenes, cobrar porcentajes escandalosos por tramitar permisos, hacerse millonarios a cambio de convertir en negocio hostelero parques naturales que son por tradición histórica bienes inalienables cuyo único propietario es la humanidad.
Y mientras, las abejas obreras enfrentan la crisis derivada de la pésima e inmoderada gestión de los zánganos que les dirigen a fuerza de esperanza y de sonrisas, sin saber si mañana podrán seguir trayendo la miel a sus celdas, haciendo cuentas para comprobar si de sus exiguas nóminas estipuladas podrá quedar un resto para costearse sus hipotecas estipuladas, sus vacaciones estipuladas y ese segundo hijo promediado que también estipulan las estadísticas de fertilidad españolas.
El país necesita estímulos que yo no puedo darle, porque estoy muerto. Soy sólo un espectro que vaga sin sentido por una España sin norte. Pero quizás todavía sea posible un resquicio de esperanza. Esta mañana caminaba errante, sin ser visto de nadie. Una joven de aspecto serio ha cruzado rauda por el pasillo donde, sólo por un instante, nuestros destinos han coincidido. Parecía sensible y preocupada quizás por algo más que por sí misma. Sin pensarlo dos veces, me he acercado a ella y le he susurrado unas palabras. Un relámpago de luz súbita ha iluminado sus ojos oscuros. Siento, por fin, que ha comprendido lo que quiero que haga. Si lo consigue, volverá a oírse mi voz tétrica y fantasmal a través de la suya animada de suave vida. Porque entre la sístole y la diástole sólo hay una fracción de segundo, ese latido de su corazón me ha susurrado que si mi muerte fue en vano, mi vida tuvo algún sentido, a pesar de todo.

20 N, ruega por nosotros, pecadores

Por Francisca Castillo Martín

(las opiniones aquí vertidas, y las posibles responsabilidades judiciales que en este artículo se contengan, sobre mí exclusivamente recaigan)

El 20 de noviembre se producirá, si dios no lo remedia, el relevo de nuestros políticos de turno. Esos políticos que han creado el actual clima de desconfianza y de desesperanza con el que hemos de untar el pan nuestro de todos los días. La llamada a las urnas se produce en un ambiente de descreimiento sin precedentes en la historia de nuestra joven democracia. Y no es para menos. Un PSOE bajo mínimos, que intenta a la desesperada salvar la cara, mientras se deshace en decretos y normativas de última hora para echar el freno al caballo desbocado de la crisis. Y un Partido Popular menos popular que nunca, grosero y altanero, soberbio y subido a la parra de los que están haciendo leña del árbol caído antes de que caiga.

Política. Qué gran palabra. Qué grandilocuente, que esplendorosa, que bellamente iracunda. Qué festiva. Pero ¡qué vacía, señores! Los gobernantes y los aspirantes al trono del pueblo soberano -escaño senatorial para más señas- se presentan al examen sin haber hecho los deberes, y con los apuntes cogidos con pinzas para tender sus trapos sucios. Que haberlos, haylos, como meigas dicen que hay en Galicia. Los socialistas acuden a la convocatoria de noviembre como repetidores y con un temario en el que faltan ideas renovadoras y sobran recortes en costes sociales. Los populares creen tener la lección muy bien aprendida, pero no reconocen que la diferencia entre el cinco raspado y la matrícula son la imaginación y la creatividad de la que su líder carece.

Por eso, ante las puertas de los colegios electorales, los dos grandes acudirán dándose grandes golpes en el pecho, y rogando a dios que les toque en suerte la pregunta que de refilón se miraron antes de entrar en el examen: cómo tener fe en una España desolada y no morir de pena en el intento.